El protagonista es Santiago Herrera, sí, un hombre, al contrario de la mayoría de los relatos de niñitas de mi edad, el protagonista es hombre ¿por qué? por que me gustan, se me hace menos difícil escribir de ellos que de mujeres, sepa Dios por qué. Me encantaría darles una sinopsis pero ni yo se muy bien de que se trata este asunto, todo va siendo creado en el camino, como gran un soliloquio escrito, además no debe faltar el oportunista que ronde estos sitios a ver si puede conseguir alguna buena idea de alguien más, prefiero la paranoia antes que la rabia.
Pero bueno, me he ido en mucho bla-bla, así que sin más fanfarrea les dejo un trozo de mi humilde creación:
[...] Mis pasos se dirigieron a la cocina casi por instinto, ahí me encontré con Lucrecia desplumando a una pobre gallina desgraciada. Al parecer no se percató de mi presencia pues canturreaba y lanzaba fases al azar como solo las personas que se saben en soledad lo hacen.
Su labor de despellejar y limpiar al pajarraco era realmente asquerosa para mí, pero ella lo hacía con tal normalidad que comencé a cuestionarme la repugnancia de su trabajo, lo hacía con tal pasiva alegría, con una agraciada firmeza... Sus manos sucias desmenuzaban al ave pero la mente divagaba por lugares que solo ella sabía.
Algo raro se movió en mí.
yo era un romántico sin curriculum, bueno, una vez me había enamorado y al parecer fue recíproco pero yo solo era un cabro imberbe que aun no conocía el mundo y ella una jovencita acosada por el bombardeo constante de sus hormonas. No fue muy difícil que me dejara a penas un tipo mayor le diera una oportunidad. Él era un gallo dos años mayor, con una barba que quería asomarse y esos pelos en el pecho que mis compañeros tanto idolatraban, adoración que yo no compartía ni entendía.
De esa relación solo conservaba mi primer beso y prácticamente el único que guardaban mis labios, después de ése procedieron dos más, ambos provistos por fanáticas desinhibidas que me pillaron volando bajo.
Sí... yo era un romántico y Lucrecia, con su bárbara labor, me lo había recordado.
Un estornudo delató mi presencia, ella siguió con su trabajo pero su canto despreocupado se había desvanecido en el silencio.
- Buenos días.
- Buenos días.
No había mucho más que decir, no sabía que más decir. [...]
Eso.
acepto críticas, felicitaciones, beso, pifias, saludos, limosnas, necesito de la opinión ajena pa' cachar si hago las cosas bien.
Espero que les haya gustado :)
0 comentarios:
Publicar un comentario
No tema a dejar su opinión, me alimento de ellas.