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Un día como hoy

Hay días en los que el sol decide tomarse un respiro, en los que la Tierra prefiere estar sola y alejarse un poco de su órbita, en los que el pegajoso calor se retira y se lleva su sabrosura a otros lados, se esconden las piernas desnudas, se alargan las mangas, aparecen los chalecos, aumentan los abrazos, el té y el café se ven en su máximo estado de gloria, crece la melancolía, las flores se ocultan, los calcetines se engrosan, las narices se enfrían y las cocinas se llenan de vida.
Hay días en los que las nubes bajan a conocer la tierra, en los que no se ve más allá de un metro de distancia, días en os que todos tosen, días en los que bufandas adornan los cuellos, días con frío.
¡Oh Dios cómo amo el frío! Amos los abrazos apretados, las hojas doradas, el aire frío susurrando versos en mi oído, amo los chalecos grandes y acogedores, amo las conversaciones al lado de una estufa, amo ese olor a leña que se entromete en mi pelo y no se digna a salir, amo descifrar figuras en las nubes, amo envolver mi cuello en bufandas kilométricas, amo sumergir mis dedos en la mano de alguien más, amo mojarme con la lluvia, amo sentir mi pelo esponjado, amo pasar largas horas encerrada en la cocina preparando manjares para los estómagos fríos, amo sentir la danza constante de la lluvia sobre el techo, amo esconder mis manos en los bolsillos buscando calor, amo los guateros, el té y el café deslizándose por mi garganta, amo el jugo de naranja que me prepara mi mamá a modo de prevención contra los bicharracos que andan sueltos, amo el pan tostado con mantequilla, amo dormir arropada con miles de frazadas, amo mis calcetines peludos y mi pijama calentito.
Amo el frío, o más bien el invierno, lo amo porque la gente se acerca más, porque me inspira, porque me pone melancólica y reflexiva... qué se yo... mañas mías.